En 2004, Shi Zhengli descubrió un reservorio natural de coronavirus en cuevas de murciélagos del sur de China.
Los análisis genéticos han demostrado que varias veces han saltado a las personas y han causado enfermedades mortales, como la COVID-19.
El aumento de contactos entre los humanos y los animales silvestres aumenta el riesgo de nuevos brotes epidémicos.
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