La economía feminista no utiliza género como un sustituto de sexo para diferenciar a hombres y mujeres, sino como categoría principal del análisis para situar en el centro las necesidades sociales y cuestionar los planteamientos que continúan poniendo el foco en el desempeño del mercado, el crecimiento o la producción. La propuesta de la economía feminista trata de hacer visible todos los procesos y recursos que son esenciales para la reproducción de la vida, y crea nuevos conceptos económicos para poner la vida de las personas en el centro. De esta manera, consigue trascender la visión reduccionista, sesgada y jerárquica que hasta ahora impera en nuestra sociedad.
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