India se ha convertido en un país crucial, del que depende en buena medida el futuro del planeta. Cortejada por China y Estados Unidos, el mundo podría cambiar radicalmente si Nueva Delhi toma partido por uno de los dos grandes rivales. El gobierno indio se esfuerza hoy por mantener un cierto equilibrio, pero esta década es fundamental para la proyección exterior india y sus aspiraciones de potencia regional. En 2030, con más de 1.500 millones de habitantes, no solo será el primer país en población, sino también la tercera economía mundial.
A la sombra de la Unión Soviética durante la guerra fría, en la década de los noventa India se desperezó. De la mano de la industria del software –que ha tenido un crecimiento exponencial y constituye el 8% de su PIB– se ha colocado en la vanguardia tecnológica y avanza firme para establecerse como uno de los grandes referentes de las tecnologías de la información. Una investigación del banco Standard Chartered, con sede en Reino Unido, señala que por paridad de poder adquisitivo (PPP) la economía india alcanzará en 2030 los 46,3 billones de dólares, frente a los 31 billones de EEUU.
La creciente rivalidad entre China y EEUU eleva la apuesta de ambos por India, al tiempo que fuerza a Nueva Delhi a caminar con pies de plomo. Washington la necesita para frenar el ascenso del Imperio del Centro, pero EEUU es un socio demasiado dominante para abrirle las puertas de par en par y es evidente que no le conviene enemistarse con su poderoso vecino. China, empeñada en construir un nuevo orden internacional, también necesita a India para dar consistencia a la arquitectura de su gobernanza global y porque busca diversificar sus mercados, convencida de que la guerra comercial con EEUU solo ha alcanzado una tregua…
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