La emocionalidad, que se ha adueñado del debate público, impide la reflexión que alumbraba los editoriales del viejo orden mediático. Los diarios se han llenado de combatientes periodistas de opinión que usan un lenguaje bélico e insultante para hacerse oír. Y la polarización política y cultural no es ajena a los medios, sino en parte propiciada por ellos. Los columnistas compiten, en vez de por utilizar los mejores argumentos, por descalificar con más volumen que el vecino. Los editorialistas no quieren convencer, buscan sobre todo movilizar el ánimo de sus seguidores, pertrecharlos de argumentos para el combate.
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