Quiero agradecer, antes de leer estas palabras, al Consejo Superior, al rector, hermano Alberto Prada, y al Consejo Académico de la Universidad, por este honor que enaltece mi nombre, pero también exalta el oficio de enseñar.
La profesión de ser maestro no es un oficio fácil ni siempre efectivo. Está determinada por las variables de cómo son los enseñantes y, desde luego, por las particularidades de los aprendices. Es una labor que alberga una buena cantidad de vocación y el necesario estudio para alcanzar el rango de una profesión de servicio. Con el tiempo he ido comprobando que nuestro quehacer se mueve en tensiones u oscila entre fuerzas si no opuestas, al menos, dispares. Bien vale la pena aprovechar esta ocasión para compartir algunas de ellas, no solo como un testimonio de lo que considero esencial de ser maestro, sino con el objetivo de seguir aclarando lo que somos como educadores.
© 2001-2025 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados