Bigas Luna fue, sin duda, uno de los cineastas más carismáticos, originales y brillantes del cine contemporáneo español. A lo largo de casi cuatro décadas de intenso trabajo creativo donde compaginó su pasión por la pintura con los diversos proyectos fílmicos, el cineasta construyó un universo cinematográfico donde fueron es posible distinguir algunos temas recurrentes. Uno de los más obvios y conocidos es su insistencia, casi obsesiva, en relacionar erotismo y gastronomía en muchas de sus películas. Sin embargo, se ha prestado menos atención al hecho de que en ese maridaje de sexo y comida existía un tercer concepto, mucho menos estudiado, que es el de identidad nacional. De esta forma, después de vivir cuatro años en EE.UU., Bigas Luna comenzó a elaborar un discurso identitario cuyas bases no eran políticas, sino pura y gozosamente gastronómicas. Lo ibérico, lo mediterráneo, lo español se representaron en sus películas utilizando, como metáforas, algunos de los platos o alimentos más típicos de la tradición gastronómica nacional. De este modo, la paella, el jamón, la tortilla, las aceitunas o el chorizo aparecen en su obra como símbolos que explican las raíces de la cultura en la Península Ibérica.
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