Un público singularmente joven (15-20 años), una actitud inusitadamente abierta por parte del anunciante (Sáez Merino), y una agencia arriesgada, por definición de su patrón internacional (RSCG), han hecho posible uno de los anuncios más excitantes y polémicos que ha producido la publicidad española en los últimos tiempos. Esta es su historia.
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