La pandemia de coronavirus ha colocado nuestra economía en una situación inédita, por la enorme magnitud de esta perturbación adversa, su previsible temporalidad, aunque con potenciales daños estructurales, y su absoluta globalidad. Algunas características de la economía española —la especialización sectorial del tejido productivo, el reducido tamaño medio de las empresas y la elevada temporalidad en el empleo— la hacen más vulnerable que las de otros países a esta perturbación.
Esta situación demanda, en una primera fase, políticas económicas inmediatas contundentes, acotadas en el tiempo —hasta que el empleo y la actividad económica recuperen el pulso tras el proceso de hibernación inducida— y coordinadas internacionalmente. El objetivo es paliar la pérdida de rentas de los hogares y las empresas afectados por la crisis, y evitar que una perturbación de carácter temporal genere efectos persistentes en el tiempo; para ello, la política fiscal es la herramienta más adecuada. La política monetaria debe operar también de manera enérgica para garantizar a los agentes económicos unas condiciones de financiación y liquidez adecuadas. Las políticas micro- y macroprudencial deben promover que las entidades financieras sigan haciendo llegar el crédito a las familias y a las empresas, y, a la vez, preservar la estabilidad financiera del sistema. Además, la crisis, por ser global, exige una respuesta coordinada a escala internacional y, en el plano europeo, una respuesta conjunta, soportada por un mecanismo de mutualización de recursos financieros y de riesgos, y una unión bancaria completa.
Una vez superada la fase más aguda de esta crisis, las políticas económicas deberán abordar, fundamentalmente, los siguientes retos: reducir el déficit estructural y la deuda pública, y favorecer el crecimiento a largo plazo. La estrategia deberá descansar en un programa de consolidación presupuestaria de medio plazo —que, a través de una revisión del gasto y de la estructura y capacidad impositivas, permita sanear nuestras finanzas públicas—, así como en un programa de reformas estructurales que eleven la capacidad de crecimiento económico, con especial atención a la mejora del capital humano y al gasto eficiente en I+D.
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