La década de los cincuenta es una etapa de gran desarrollo en los transportes, consecuencia de la generalización del uso de grandes vehículos pesados, combinando bajos costes y accesibilidad. Los camiones empiezan a ser una competencia real al ferrocarril, que pierde cuota, planteándose los primeros cierres de líneas no rentables. En Europa se inicia la reconstrucción de la red de carreteras, utilizando nuevamente la idea de los años treinta de construir autopistas, destacando Alemania e Italia, que continuaron con dicha política vial, cuyos fructíferos resultados se comenzaron a ver ya al final de la década y en los años sesenta. Las carreteras españolas empezaron a mostrar síntomas de mejora tras la aprobación del Plan de Modernización, con adecuaciones de ciertos itinerarios y obras en los accesos a las principales ciudades. Con el aumento del tráfico se hizo evidente la necesidad de un nuevo plan, obligando al Gobierno en general, y al Ministro de Obras Públicas en particular, a actuar de manera indeleble para resolver el problema. De igual manera, la motorización llega a España, surgiendo numerosas empresas que comenzaron a satisfacer los deseos de usuarios y necesidades del país.
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