La vida de las y los trabajadores estadounidenses está patas arriba a causa del coronavirus. Se encuentra en peligro tanto por la crisis sanitaria como por la subsiguiente crisis económica. A medida que el coronavirus se extiende por todo el país -obligando al gobierno federal y a los gobiernos a escala estatal y local a cerrar buena parte de la economía para fomentar el distanciamiento social-, la crisis también ha disparado una recesión económica internacional que numerosos economistas están ahora pronosticando que será peor que la de 2008. Todo indica que nos enfrentamos tanto a una pandemia como a una rampante gran depresión que ni el gobierno ni los empresarios ni los sindicatos están preparados para afrontar.
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