Como anunciaban MASSEY y ALLEN ( 1984) y KRUGMAN (1992), estamos asistiendo a lo que algunos autores no dudan en calificar como un cambio de paradigma. pese a las crítica., que ha sufrido el concepto introducido por KUHN ( 1971). Titulaban Massey y Allen que el espacio importa, Krugman recuperaba para la geografía económica y de la localización un papel estelar en las ciencias sociales. Más recientemente otras voces aurorizadas (KONVITZ 2000: 2) no dudan en asegurar que aprender a saber gestionar mejor el espacio es el mayor reto para el desarrollo económico del siglo XXI. Incluso llega más lejos al asegurar que de hecho en e-,tos momentos nos encontramos en un período de transición hacia un nuevo modelo de toma de decisiones. El próximo período 2002-2008 será crítico. Nos encontramos en un momento en el que se está definiendo un nuevo modelo de desarrollo territorial: policéntrico, referenciado a la escalas de proximidad y necesitado del principio de partenariado sobre el que construir las redes de actores necesarias para el desarrollo.
No se trata tan sólo de una reflexión académica centrada en los ámbitos intelectuales tiene, o está teniendo, una plasmación en el ámbito político. en el de la toma de decisiones que nos afectan a todos. Una poderosa corriente se está moviendo en el ámbito europeo, tanto a nivel de la Unión Europea (CDS. 1999) como del Consejo de Europa (CEMAT, 2000). Una nueva visión y un nuevo papel, de la Ordenación del Territorio (OT) emerge de forma vigorosa a la vez que incierta, por el diferente nivel de coexistencia que pueda darse entre los fenómenos de globalización y de devolución de poderes.
Y en este estado de cosas ¿,qué papel para el geógrafo? ¿A qué aspirar: a saber comprender la realidad y sus cambios, a comprometerse en un intento de poder conducirlos, o simplemente a saber aprovechar la coyuntura y hacemos un hueco entre los competidores? Cualquiera de las opciones, que no resultan nuevas (GEORGE, 1976: BERRY, 1972), parece adecuada. Por este motivo debe reconocerse la oportunidad y la importancia de plantear el debate sobre el papel de la Geografía en el desarrollo territorial y local, observando el calado de los dos últimos adjetivos. Los apartados que siguen tratan de aportar algunas ideas sobre esta cuestión. Su objetivo es modesto. Obtener a estas alturas conclusiones definitivas es no sólo pretencioso, sino inviable. El interés del autor se limita, por tanto, a plantear algunos argumentos para la reflexión y el debate.
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