Un día tenía que pasar algo así. Y pasó.
El 8 y el 9 de septiembre, sendos incendios, seguramente provocados, devastaron por completo el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, frente a la costa turca. Con más de 12.000 personas, cuatro veces su capacidad, esta instalación era hasta ese día la mayor de Europa en su género
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