El paso a la hiperglobalización que comenzó en la década de 1990 generó una integración económica internacional mucho mayor. Al mismo tiempo, llevó a la desintegración interna. Como las élites profesionales, corporativas y financieras están conectadas con sus pares en todo el mundo, se han ido alejando cada vez más de sus compatriotas nacionales. El contragolpe populista es un síntoma de esta fragmentación.
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