Entre las novedades que la modernidad trajo consigo hay dos fenómenos estrictamente ligados y que caracterizaron la época: la definición de las fronteras de los Estados y la individualización de los actores sociales. Los vínculos anteriores -ya fueran familiares, locales o religiosos- se disolvieron, dando al individuo una libertad nunca antes vista. Esta se ejemplificó tanto en las migraciones masivas que tuvieron lugar a finales del siglo XIX como en la progresiva búsqueda de nuevas cohesiones sociales por parte de los individuos y, asimismo, por parte de los Estados, que trataron de establecer las filiaciones de los individuos en el interior de sus fronteras.
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