Si a esta situación habitual, sumamos el hecho de que la informática interactúa con la sociedad a velocidades exponenciales en lugar de las lineales de las ciencias jurídicas, nos encontraremos ante la cruda verdad de que, de no hacerse algo de manera inmediata, nos hallaremos cada día más lejos de la verdad de las conductas que pudieran resultar incriminables en defensa de los valores reconocidos como protegibles por la sociedad que ampara al orden jurídico o que éste debe intentar salvaguardar.
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