Carmen Gómez Candela, Clotilde Vázquez Martínez, Manuel López Santamaría, Ana Isabel Cos Blanco, Emilio Vicente López
El fracaso intestinal, bien sea por causa anatómica o funcional, condiciona el tratamiento con nutrición parenteral en niños o adultos que, como resultado de resecciones intestinales, alteración de la motilidad, enfermedad de microvellosidades u otras causas, presentan un intestino insuficiente para proveer sus necesidades en nutrientes y fluidos. Sin embargo, en sujetos con fallo intestinal irreversible el mantenimiento del soporte con nutrición parenteral domiciliaria no esta exento de complicaciones que amenazan su vida: enfermedad hepática, sepsis recurrentes y perdida de vías centrales recomiendan valorar en este grupo de pacientes la indicación del trasplante intestinal.
La incidencia de morbilidad y mortalidad tras trasplante intestinal es mayor que la de otros trasplantes (r-ñón, hígado), pero la supervivencia a largo plazo se sitúa en el 50-60%. En España se han realizado hasta la actualidad 7 trasplantes, 3 de intestino aislado, 3 hepatointestinales y 1 multivisceral (6 niños y un adulto). En 4 casos la indicación de trasplante fue enfermedad hepática terminal, motivando el resto la pérdida de accesos venosos, diarrea intratable y tumor desmoide intraabdomial respectivamente.
Salvo una niña que presentó rechazo severo del injerto, el resto alcanzaron autonomía digestiva. Un niño ha presentado a los 2 años neoplasia linfocitaria (PTLD) y otro ha fallecido postrasplante como consecuencia de una biopsia hepática rutinaria (con injertos funcionantes). De 38 pacientes evaluados para trasplante 18 han sido considerados candidatos, de ellos tres niños candidatos a trasplante hepatointestinal (con síndrome de intestino corto) han fallecido en lista de espera y un cuarto en quirófano antes del intento de un trasplante multivisceral.
El trasplante intestinal no debe ser considerado la ultima y desesperada opción terapéutica en los pacientes con fallo intestinal permanente. El tipo de injerto, la experiencia clínica y el uso de nuevos inductores (sirulimos), participan en que los resultados de este tratamien-to, en el que los supervivientes quedan libres del soporte parenteral y pueden reanudar sus actividades cotidianas, mejoren con el tiempo.
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