París, Francia
La inteligencia humana tiene dos facetas: una faceta cuantitativa, derivada de la extrema complejidad del cerebro humano, y una faceta más cualitativa, ligada a la naturaleza plástica y juvenil del cerebro. Esta última es la que nos permite cambiar tan fácilmente entre el bien y el mal, haciendo de la educación una necesidad para mantener la moralidad en una especie tan voluble. Sin embargo, para alcanzar sus fines, la educación no puede contentarse con apelar a imperativos que conciernen únicamente al ser humano. Para lograr una mejor moral, también debemos saber respetar a otros seres sintientes, es decir, los animales. Aprender a respetar a alguien más débil que sí mismo es el primer paso para mostrar respeto. Por tanto, hay que aprender a respetar a los animales para, en última instancia, respetar a los humanos.
Human intelligence has two facets: a quantitative facet, stemming from the extreme complexity of the human brain, and a more qualitative facet, linked to the plastic and juvenile nature of the brain. The latter is what allows us to switch so easily between good and evil, thus making education a necessity for maintaining morality in such a mercurial species. However, in order to achieve its ends, education cannot be satisfied with appealing to imperatives that concern only human beings. To achieve a better morality, we must also know how to respect other sentient beings, i.e. animals. Learning to respect someone weaker than oneself is the first step in showing respect. One must therefore learn to respect animals in order ultimately to respect humans.
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