Ninguna piedra preciosa posee el embrujo del diamante. Los romanos fueron los primeros en utilizarlos, pero, a lo largo de los siglos, reyes y reinas han sucumbido a sus destellos. La fuerza invencible atribuida a esta piedra preciosa la ha convertido en el símbolo perfecto para adornar los anillos que sellan los compromisos más eternos.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados