El extraordinario colapso financiero de los últimos meses se ha venido describiendo como el testamento del fracaso de la desregularización. Y lo ocurrido es de hecho el testamento de un fracaso-el fracaso de las políticas públicas. Culpar a la desregulación es un error. En general, los debates políticos sobre la desregulación se han enfocado erróneamente hacia disputas sobre la extensión de la regulación, donde los conservadores se asume que prefieren menos regulación mientras los liberales prefieren más.
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