Existe una tendencia mundial a pensar que por culpa de la pandemia del COVID-19, la educación debe pasar de lo presencial a lo virtual, de un momento a otro, como si fuera una actividad tan sencilla a la que no se le debe dar tanto tiempo en adoptarse o en asumirse como una nueva o novedosa forma de aprender. En todos los niveles, desde preescolar hasta la universidad, los educandos han tenido que cambiar intempestivamente la forma de acceder al conocimiento, y en este cambio abrupto se han visto inmiscuidos, por su injerencia directa en ese proceso, los padres de familia, las instituciones educativas, los profesores y la sociedad misma; todos han tenido que acoplarse a pesar de su disposición, tiempo, deseos, miedos, dudas, incertidumbres y otras tantas situaciones, a esta nueva forma que si bien se desarrolla en un medio virtual al que casi todos acceden frecuentemente, muy pocos la habían relacionado directamente con la, tal vez, única forma de continuar los estudios actualmente, esto ha traído cierta crisis en este entorno porque ha costado un desgaste emocional tanto de unos como de otros.
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