La esquizofrenia es un trastorno neurobiológico relacionado con el estrés, que se caracteriza por alteraciones en la forma y el contenido del pensamiento y los procesos perceptivos del individuo, afectando sus conductas social e instrumental. El impacto penetrante de la esquizofrenia sobre los campos perceptivo, cognitivo, emocional y de conducta, al igual que la heterogeneidad dentro de estos ámbitos requiere un abordaje multimodal y comprehensivo en el tratamiento y la rehabilitación que involucre al individuo y su medio ambiente. Lo preferible es que los tipos de intervención utilizados para tratar y rehabilitar a las personas con esquizofrenia se guien por un modelo multidimensional e interactivo que incluya al estrés, a la vulnerabilidad y a los factores protectores. La significación práctica del modelo estrés-vulnerabilidad-factores protectores de la esquizofrenia está en la guia que ofrece a los clínicos. Los medicamentos amortiguan la vulnerabilidad psicobiológica y el trastorno bioquímico subyacente; el entrenamiento en la resolución de problemas y en habilidades sociales y de vida independiente promueve el desarrollo de la competencia personal y, de esa manera, fortalece la protección del individuo contra el estrés y la vulnerabilidad; los servicios de sostén (p. ej.: el manejo de caso, la vivienda, los derechos a servicios sociales, el empleo protegido) compensan los síntomas residuales y los déficits en el funcionamiento independiente. Se ha documentado que un tratamiento de abordaje integrado que incluya la detección y el tratamiento precoces de los síntomas esquizofrénicos, la colaboración entre pacientes y cuidadores en el manejo del tratamiento, los soportes familiar y social y el entrenamiento en habilidades sociales e instrumentales mejoran el curso y el pronóstico de la esquizofrenia, en cuanto a la recurrencia de síntomas, el funcionamiento social y la calidad de vida.
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