Manuel azaña, uno de los máximos españoles de este siglo, sólo fue "alguien" en el primer plano de la vida pública española pasados los cincuenta años, en el curso de la última década de su vida. Es más, hasta eses período final, incluso en un ámbito tan reducido como era el de los medios intelectuales o políticos del Madrid alfonsino, su personalidad se proyetaba de manera muy matizada en los corrillos del Ateneo de Madrid y las tertulias de la Corte.
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