No tiene el perfil guerrero que se exige a sus subordinados. Sin embargo, al ministro de Defensa no le ha temblado la mano al apoyar incondicionalmente la intervención en Kosovo. Se ha estremecido, eso sí, con la catástrofe humana, pero no tiene dudas: nos jugamos la paz en Europa y la única solución es fulminar a Milosevic. No hay medias tintas.
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