A finales de los años ochenta del pasado siglo vivíamos en otro mundo. Uno que parecía tener un horizonte despejado. No era solo que el muro de Berlín hubiera caído y el mundo entrara en una fase globalizadora plena en la que “la historia llegaba a su fin”. La economía ofrecía buenas perspectivas y parecía que la solución a los grandes azotes sanitarios estaba al alcance de la mano.
La “guerra contra el cáncer” declarada por el presidente Nixon en los setenta parecía estar dando sus frutos y en la lucha contra las epidemias y las enfermedades infecciosas, especialmente tras el hito de erradicar la viruela en todo el planeta, la victoria parecía factible.
Sin embargo, pronto empezamos a darnos cuenta que el cáncer era un enemigo mucho más formidable de lo esperado y pudimos observar que la resistencia a los antibióticos de los patógenos se convertía en un problema de salud pública que ahora puede superar en gravedad al cáncer1.
Por otro lado, los brotes epidémicos resurgieron con una fuerza inusitada. La gravísima pandemia del SIDA, los brotes de ébola, los de influenza pandémica (H1N1, H5N1) y los nuevos coronavirus (SARS, MERS y COVID-19) nos han hecho conscientes de que el tiempo de las plagas no estaba en un pasado que había que buscar en los libros de historia.
Ahora, en vista de la “nueva normalidad” podemos decir que la realidad es que estábamos muy lejos de ir ganando. Todo lo contrario, la batalla no ha hecho más que comenzar.
It was the end of the century, it was the eighties, and we lived in another world. One that seemed to have a clear horizon. It was not just that the Berlin Wall had fallen and the world entered in a full global phase in which “history was coming to an end.” The economy was the promised land, with good prospects, and it seemed that the solution to the major health scourges was at hand. The “war on cancer” declared by President Nixon in the 1970s seemed to be bearing fruit, and in the fight against epidemics and infectious diseases, especially after the vital milestone that was the elimination of smallpox from around the globe, victory seemed feasible However, there seemed to be some dark clouds in the horizon: we soon began to realize that cancer was a much more formidable enemy that we have expected and we were amazed when we realized that antibiotic resistance was becoming a public health problem that could outweigh the severity of cancer and other mayor diseases.
On the other hand, epidemic outbreaks had reappeared with unexpected force. One major and serious AIDS pandemic, various Ebola outbreaks, outbreaks of pandemic influenza (H1N1, H5N1) and the new coronaviruses (SARS, MERS and COVID-19) have made us aware that the time of the plagues was not in the past, and that if you want to see something like this you would had to look in the ancient history books.
Now, in view of the “new normal” we can say that the reality is that we are very far from winning.
On the contrary, the fight has only just begun.
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