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Resumen de El turrón estrena sabores osados, pero se apega a un escenario muy conservador: el detergente de la Navidad.

  • Los turrones están haciendo un viaje por "Yuppilandia" y el País de lo exótico. Hace algunas temporadas muchos abueletes contemplaron con horror cómo el turrón de chocolate profanaba la mesa de Navidad. Pobrecillos. Este año el susto se les puede convertir en síncope ante la heterodoxia que se avecina: a los sabores tropicales del kiwi, pistacho o piña se sumarán los vanguardistas -casi "yuppies" del licor de manzana y el licor de melocotón. Los fabricantes buscan desesperadamente endulzar los paladares más juveniles, en un intento de que los españoles mastiquen algo más que el actual medio kilo por habitante y año. Lacasa y sus caprichosas embarazadas han convertido esa intención en un eslogan tan desafiante como "Esta Navidad cómete un turrón distinto". Lástima que el menú publicitario no se atreva a entrar en tales sofisticaciones. El Lobo ha hecho un nuevo spot "para comerlo mejor", mientras que Delaviuda estrena un idílico mensaje: "es tiempo de amistad". Son dos campañas nuevas, pero -al igual que las antiguas- se empeñan en hincarle el diente a las mismas almendras de siempre; felicidad, abrazos, artesanía y ternura rezumando en cada fotograma. Para los creativos, el dulce turrón es un hueso tan duro de roer que algunos le temen casi tanto como a los detergentes.


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