Si consideramos que la película "¿Quién engañó a Roger Rabbit?" ha costado la friolera de 45 millones de dólares (5.400 millones de pesetas), no parece descabellado aventurar que, probablemente, las más de 600 personas que han intervenido en su elaboración hayan pensado en algún momento que el engañado no iba a ser sólo el famoso conejito. Sin embargo, los resultados manifiestan todo lo contrario: que el chico de oro de Hollywood esté al frente de una producción es sinónimo de éxito comercial. Spielberg sigue convirtiendo en preciado metal todo cuanto toca, y la prueba la tenemos en los más de 150 millones de dólares que el film ha recaudado en su todavía corto período de exhibición.
Pero esta borrachera económica trasciende el radio estrictamente cinematográfico cuando los dólares salpican también al sector encargado de comercializar el evento todo lo que se pueda. El merchandising o marketing en el punto de venta se perfila como una actividad supeditada y al acecho de la que la industria cultural pueda dar de sí, esperando a que salte la liebre de Walt Disney Company. Liebre que en Estados Unidos ha batido el récord de Bod Beamon y que, en España, al menos se ha clasificado para la final.
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