El territorio de la casa ha sido, desde siempre, generado y ordenado para posibilitar la lectura, pero también para posibilitar el control sobre el mismo y sobre el habitante del mismo, que es mucho más la mujer que el hombre. La casa se convierte en el instrumento de la visión y crítica de lo que la domesticidad había llegado a ser: la familia y la arquitectura del hogar feliz que, por fin, quedan bajo sospecha.
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