Durante años, en los pequeños pueblos y villas de Arcaida, se recordó la historia de esos hábiles y aguerridos arqueros que intentaron acabar con las terribles y mortíferas aves carnívoras que anidaban a la sombra del monte Cillene. Allí, esos pájaros con cabeza de serpiente, afilados colmillos y alas de bronce esperaban, pacientes, el momento oportuno para lanzarse sobre sus víctimas, hombres o animales, cuando estos quedaban atrapados en las fangosas tierras del lago Estínfalo. Desgraciadamente, los arqueros no pudieron terminar con estas terroríficas fieras; casi todos fueron despedazados sin compasión y los que lograron escapar regresaron traumatizados a sus hogares, incapaces de olvidar lo que sus ojos vieron en ese lago que, a partir de ese momento, tomó un carácter maldito.
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