El Sindicato del Transporte, en el verano de 1937, impulsó en Barcelona una huelga general, como único medio digno de enfrentarse a la represión estalinista en auge. El Sindicato de Alimentación, sito en los Escolapios, había anunciado que no permitiría el registro del edificio por la policía. García Oliver discurseó que era urgente acabar con cualquier discrepancia en el movimiento libertario. El 20 de setiembre el Comité Regional desautorizó la resistencia y permitió el asalto del local. Lo único importante era que los comités superiores no fueran desbordados, como ya había sucedido en mayo de 1937. García Oliver repitió como bombero.
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