A las puertas del año 2000, ya casi nada es lo que era. Ni siquiera la nobleza o las grandes casas reales, donde las bodas ya no se celebran exclusivamente entre gentes de sangre azul. Unidos a parejas sin ningún tipo de linaje, dignos representantes de familias de rancio abolengo trabajan y se ganan la vida como cualquier hijo de vecino
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