La figura de san Isidoro tiene en nuestros días un valor testimonial. Dentro del medioevo, su erudición -tomada en gran parte de san Agustín, Boecio y Casiodoro- lo convirtió en un verdadero humanista. Para que no se perdiesen, ordenó hacer copias de las obras de los autores más conocidos de la antigüedad. Desde el púlpito y desde su escuela catedralicia adoctrinó a las gentes del siglo bárbaro en que le tocó vivir; y dejó su legado para la posteridad en diversas obras entre las que sobresalen sus libros de las "Etimologías".
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