Desde una eclesiología de comunión, todo bautizado participa de la vida en Cristo, como nuevo pueblo sacerdotal, comunidad discipular, llamadas y enviados. Sin embargo, la presencia de la mujer en la Iglesia, más allá del ámbito doméstico u de los cuidados, sigue sin reflejar tal principio. Nos preguntamos si estas demandas son mera cuestión de género o más bien están reflejando un problema antropológico y eclesiológico sin resolver. Quizá es momento de dejar de hablar de espacios que "deberían" ser ocupados por mujeres para caminar hacia una Iglesia sinodal donde no se distinga a los bautizados en función de su género, sino todos co-discípulos, en diversidad de vocaciones y ministerios.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados