En las décadas más recientes, la economía ha cambiado su relación con el tiempo. Las transacciones tienden a ir a mayor velocidad y los comportamientos cortoplacistas se han extendido en todos los ámbitos. Hay evidencia de que ese fenómeno explica algunos aspectos de la crisis posterior a 2008. En particular, los mercados financieros siguen una dinámica extraordinaria de aceleración que lleva a que una buena parte de las operaciones tengan lugar en microsegundos (algo evidente en lo que tiene que ver con los sistemas de negociación de alta frecuencia).Todo ello origina retos muy importantes para el conjunto de la política democrática, y sobre todo, para la formación de las políticas económicas. El problema crucial es que, aunque estas últimas han tendido a también a acelerarse, van sistemáticamente por detrás de los mercados de capital (es decir, se produce una dinámica de abierta desincronización entre política y finanzas), lo que lastra sus posibilidades de alcanzar sus objetivos de un modo eficaz. Todo ello obliga a repensar el papel de los retrasos, ahora convertidos en un elemento de primer orden para avanzar en la definición de políticas óptimas. Este artículo se centra en cómo el factor de la presión temporal ha ejercido un notable impulso a algunos trascendentes cambios institucionales en los procesos político económicos.
In the most recent decades, the economy has changed its relationship over time. Transactions tend to go faster and short-term behaviors have spread across the board. There is evidence that this phenomenon explains some aspects of the post-2008 crisis. In particular, the financial markets follow an extraordinary dynamic of acceleration that leads to a good part of the operations taking place in microseconds (something evident in what it has to do with high frequency trading systems).All this creates very important challenges for democratic politics as a whole, and above all, for the process of economic policiymaking. The crucial problem is that, although the latter have also tended to accelerate, they are systematically lagging behind the capital markets (that is, there is a dynamic of open desynchronization between politics and finance), which hinders their possibilities of achieving their goals. objectives effectively. All this forces us to rethink the role of lags, now turned into an element of the first order to advance in the definition of optimal policy. This article focuses on how the time pressure factor has exerted a notable impulse to some important institutional changes in the political-economic processes.
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