La desigualdad y la exclusión caracterizan la vida de los pueblos del sur del planeta y aumentan también en los del norte. El mundo unipolar, posterior a la guerra fría, está cada vez más dirigido por el capitalismo explotador y el libre mercado y que provocan el empobrecimiento material y el desplazamiento de millones de personas, con graves consecuencias sociales y medioambientales. Lampedusa es un símbolo y una instantánea de la división del mundo y de sus víctimas.
Una verdadera teología tiene que interrogarse por su propia función ante las urgencias del tiempo presente. ¿Cómo puede contribuir la teología a la salvación o bienestar (salus) del mundo? Tiene que ir descartando lentamente las explicaciones doctrinales que no se refieran a los problemas candentes de la humanidad y de la naturaleza.
Al desprenderse de sus pretensiones de conocer todo lo relativo al pecado y a la salvación, la teología tratará responder, al igual que Jesús, al dolor y al sufrimiento de la humanidad, pero en este proceso conducirá a la experiencia del misterio supremo del amor y de la compasión, vinculando entre sí lo divino, lo humano y el universo. La igualdad y la inclusión son los dos ojos de la liberación, y son también los criterios para medir la distancia recorrida en el camino de la liberación. La ausencia de igualdad e inclusión implicaría un mundo de mayor violencia y contradicciones.
Concilium 364 (2016) 13-25
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