Cuando se oye decir que la pandemia llegó para quedarse, algo muy verdadero se está diciendo. El virus se irá, pero sus secuelas sociales y mentales, sus huellas materiales y espirituales se quedarán entre nosotros. Es tan extrema la realidad hondureña, que este futuro material y espiritual, económico y social, tan sombrío, nos coloca como sociedad ante un dilema: o convertimos la pandemia en una oportunidad para rehacernos como sociedad o la pandemia será ocasión para hundirnos en un estado de deterioro terminal.
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