Francisco ha retomado en Irak su agenda internacional tras un año de parón por el coronavirus. Al contexto pandémico se sumaban los peligros vinculados a la seguridad de un destino que continúa siendo un polvorín, como se constató con los ataques sufridos en las semanas previas a su viaje. El mero hecho de que no se haya producido el más mínimo incidente ni contra el Papa, pero, sobre todo, contra aquellos que participaron en los actos convocados, supone un éxito.
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