En el marco de la vastísima discusión filosófica sobre los alcances y límites de la democracia liberal, surge la pregunta acerca de la relación entre lenguaje, acción y poder. Para intentar comprender qué mueve a los individuos a asumir posiciones y ejecutar acciones, debe considerarse que el discurso político implica un delicado balance entre los ideales y el pragmatismo. Pero, ¿es eso posible?
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