Érase una vez, en unas escuelas públicas de Cataluña, algunos centenares de niños y niñas de entre nueve y catorce años que utilizaron el flabiol y la gra-lla" en sus escuelas, en la clase de música. Y la hicieron tan bien y tan a gusto que no sólo tocaron para las actas de sus escuelas y de las del vecindario, sino que más de uno fue reclutado para los bailes de sus pueblos, y se encontró acompañando a castells, paloteos y otras danzas de las que suelen animar nuestras fiestas. Y a todos les quedó, en cualquier caso, no sólo un recuerdo agradable de su escolaridad, sino la experiencia real del intérprete y, con ella, la capacidad de apreciar (y de criticar) las actuaciones musicales, tanto las ejecutadas con instrumentos populares antiguas como cualquier otro.
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