En este articulo se ponen de relieve dos jalones en la historia de la concepción de la perversión de finales del siglo XIX. El primero hace referencia a su caracterización como síntoma de una enfermedad, la degeneración, lo cual empieza a suponer el abandono de la creencia en que la perversión es un delito y que por tanto ha de ser castigada por la ley. El segundo tiene que ver con su caracterización como una simple falta de armonía en la vida sexual del sujeto, como una exageración de las tendencias normales.
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