El presente artículo plantea la reincorporación a la discusión pedagógica de la literatura como fuente de conocimiento, esto a modo de respuesta al agotamiento de la educación de corte ilustrado que privilegia el racionalismo y, como consecuencia, relega la formación del pensamiento creativo propio de las manifestaciones artísticas. En Latinoamérica, la narrativa acoge en su interior las diversas voces de un conflicto que se ha gestado en la historia y permite la presencia de espacios y tiempos que son negados por la modernidad ilustrada. A través de un ejercicio hermenéutico tal y como lo entienden tanto Gadamer como Paul Ricoeur, es posible encontrar dichos espacios negados, con el propósito de colmar los vacíos de una imagen identitaria que, en virtud de una tendencia monolítica, rechaza las expresiones de la heterogeneidad. Una lectura de este tipo de El coronel no tiene quien le escriba (1961), de Gabriel García Márquez, permite el hallazgo de una identidad más acorde a la realidad latinoamericana.
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