"Hace unos días, mi hijo vino a verme. -Padre -dijo- me voy. Portugal me necesita" Su mirada tiene un brillo extraño. No puede ocultar su orgullo. Desde su modesta casa de Boliqueime, un pequeño pueblo del Algarve Portugués, ese hombre sencillo, de rostro curtido, tallado por las cicatrices de tantas y tantas ilusiones frustradas, está presentando a su vástago a todos sus compatriotas. La cámara se aleja. Poco a poco la imagen se pierde en la pantalla. Tal vez, ni él mismo sea plenamente consciente del alcance de sus palabras, pero, de hecho, acaba de abrir el camino que pocos días después llevará a su hijo, Aníbal Antonio Cavaco Silva, a la Jefatura del Gobierno portugués.
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