Es fácil suponer que a cualquier persona mínimamente sensible le gustaría conocer la plaza de toros de Cañadas de Obregón, una de las más antiguas del continente; o la imponente hacienda del mayorazgo de Ciénega de Mata, que durante su época de esplendor abarcó un territorio de más de 400 mil hectáreas. O bien, la campana del templo neogótico de San José Obrero, en Arandas, la más grande del país; el singular museo popular de Michoacanejo, en Teocaltiche; la magnífica fortaleza militar de origen colonial que hoy ocupa el ayuntamiento de Ojuelos, o el monumental centro histórico de Lagos de Moreno, sin duda el mejor conservado de Jalisco. Todo ello dentro de un escenario ecológico-natural, a primera vista poco atractivo, pero que termina convenciendo por su discreta y seductora belleza.
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