Puede parecer extraño que alguien intente comparar las experiencias de México e Irlanda desde cualquier perspectiva. La sugerencia de que cualquiera de estos dos países modernos pueda aprender algo de las experiencias del otro, con relación a transformaciones regionales y rurales, podría ser todavía más audaz.Visto desde un contexto irlandés, México es un país de superlativos; cubre un vasto espacio geográfico y tiene una gran diversidad de regiones, ciudades enormes y gran variedad de culturas.Irlanda, en cambio, es una isla pequeña al borde de Europa con una población de poco más de cinco millones de habitantes durante los últimos ciento cincuenta años; su exportación más consistente ha sido su gente y ahora es global, con casi ciento cincuenta millones de habitantes de ascendencia irlandesa en Estados Unidos de América, aunque existen otros grandes grupos en Cañada, Australia, Inglaterra, Nueva Zelanda y Argentina.
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