La realidad sufrida y desolada por el Covid-19 se impone a todos nosotros convirtiéndose en compañera indeseada en nuestros días. Alrededor de nosotros existe un vacío, no tenemos a nadie en la asamblea, un triste silencio penitencial, casi de cementerio, envuelve nuestras comunidades.
Una sensación de abandono toca la piel de muchas personas, frente a la terrible pesadilla que esta pandemia pone pesadamente sobre nuestros hombros. Atónitos e impotentes observamos el ángel de la muerte rondando en derredor, destruyendo familias y llevando consigo millares de personas.
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