En nuestra civilización occidental la idea de que la música está ahí fundamentalmente para ser escuchada se considera una obviedad. Sin embargo, en la medida en que la escucha se entiende como una actividad nacida de la sensibilidad, pero orientada al conocimiento, colocarla en el centro de la experiencia musical significa privilegiar ciertas modalidades de participación en eventos musicales, que son precisamente las de naturaleza más intelectual. Este trabajo pretende señalar el olvido del cuerpo del oyente en los discursos musicológicos sobre la escucha musical y, en particular, en la tradición de la música culta, un olvido que no deriva de su irrelevancia significativa, sino, por el contrario, del estrecho vínculo entre los discursos estéticos sobre la experiencia musical, supuestamente autónoma, y ciertas condiciones materiales de atención. Propongo en cambio una concepción de la escucha musical como técnica corporal, basada tanto en la reflexión contemporánea sobre la naturaleza activa de la percepción, como en las líneas de crisis abiertas por la etnomusicología y los estudios sobre popular music, la diversidad de modelos de escucha que ofrece la historia musical y los hábitos propiciados por las tecnologías de reproducción y difusión del sonido.
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