Pensar en los Estados como cuerpos vivos permite el planteamiento de la biopolítica, que implica medidas prácticas para afirmar la vida. En la procuración de la salud del cuerpo del Estado se llevan a cabo medidas tanatopolíticas, es decir, la garantía de la vida y la salud por medio de la muerte. Esto sólo es posible a través de un encadenamiento de los individuos a un pensamiento como la filosofía del hitlerismo. Para tales efectos, el trabajo y apoyo intelectual de los pensadores resulta necesario. El caso de Heidegger es paradigmático en el sentido de que parte de su trabajo genera la duda sobre su apoyo intelectual para tales prácticas políticas.
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