Hablar de "violencia y religión" sin ulteriores especificaciones equivale a moverse en un mar de ambigüedades (del que dan testimonio las opiniones contrapuestas). Parece indispensable someter los términos a una cierta "terapia" contextualizadora. Así lo hacemos con ambos términos, "violencia" y "religión".
En una de los posibles acepciones (lo más sociológico) de lo que se entiendo por "religión" es donde se muestra la ambigüedad social de lo religioso, que da origen a actitudes intolerantes y prácticas violentas, que tienden a ser religiosamente legitimados en Europa hasta el siglo XV.
La mentalidad ilustrada sospechó que al eliminar la religión de la esfera pública, se abriría una nueva etapa de "racionalidad política".
No ha sido así, y hoy desde las cotas alcanzadas por una violencia crecientemente injusta, se abre una nueva etapa para una auténtica acción religiosa en los caminos de la paz.
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