Abro un libro y encuentro una tarjeta con el mensaje “Fe de erratas”. Enumera dos errores en la edición de un libro cuya portada es indescifrable. Leo el primero: “pág. 44, donde dice porque no sé si la distancia es un veneno o una vida insaciada, debe decir porque no sé si la distancia es un veneno o una vid insaciada”. Pienso en la fortuna del error, en la vida insaciada, incumplida; y en los que “con la noche a cuestas se marchan y buscan en los bolsillos palabras para amainar su hambre de caminos pero no encuentran sino agujeros lentos orificios de tiempo y lugares perdidos de todo lo que alguna vez pensaron que olvidarían y que es ahora el rostro la mirada con que observan el espejo que los desnombra”.
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