Las relaciones económicas entre Aragón y Francia a través del Pirineo Central, superando un Pirineo que unía más que separaba, y leyes y gobiernos, muestra una comunidad de intereses en la que las comunicaciones y los viajes (por caminos, carreteras y ferrocarriles, de emigrantes, exiliados, pirineistas y aventureros, comerciantes, contrabandistas y turistas hacia Pau, Lourdes y los balnearios), reflejan apasionada intensidad y estima mutua. La nueva política aduanera de la segunda mitad del XIX no impide el comercio vinícola, entre la filoxera y el « coupage », y los acercamientos se prolongan hasta la exposición Hispano-francesa de Zaragoza en 1908.
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