En el año 480 a. C. buena parte de los griegos de Europa ya sabían quiénes eran los persas e, incluso, de lo que eran capaces. No solo habían conquistado hacía ya sesenta años las ciudades griegas de la costa de Anatolia sino que, además, habían extendido su dominio a tierras europeas. Incluso habían intentado desembarcar en el Ática, donde fueron derrotados por Atenas en Maratón diez años atrás. La memoria de esos hechos seguía muy viva en Grecia. Miedo, indecisión, incertidumbre, pero también deseos de resistencia se extendían por el mundo griego
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